Las 10 reglas de la vida - Miyamoto Mushashi
Reflexiones sobre cómo afrontar nuestra existencia cultivando la aceptación y el respeto a los demás.
1. Aceptar la vida misma, tal y como es. Aceptación no quiere decir resignación, sino la capacidad de asumir lo que nos envuelve y sucede con humildad y también con objetividad. La vida es lo que es y de cada uno de nosotros depende una actitud: la de aprender de las circunstancias que no hemos elegido, pero con las que tenemos que convivir. La consecuencia de no aceptar la realidad es el sufrimiento permanente. Este da origen a una batalla interior que siempre se pierde. Aceptar, en cambio, lleva a aprender de cada situación
2. Quien se detiene a pensar demasiado en sí mismo termina confundiéndose. Levanta un muro frente al mundo y alimenta sus inseguridades. Más que pensar en uno mismo, lo adecuado es permitirse ser. La verdadera felicidad está en poder servir a otros. No hay nada que se compare con la satisfacción de hacer el bien. Quien es generoso da muestra de ser poderoso también. Esto es, finalmente, lo que le permite apreciarse a sí mismo.
“Si quieres felicidad durante una hora, toma una siesta. Si quieres felicidad durante un día, ve a pescar. Si quieres felicidad durante un año, hereda una fortuna. Si quieres felicidad durante toda una vida: ayuda a alguien” Proverbio chino.
3. El deseo, entendido como anhelo por lo que no se tiene, solo conduce a la insatisfacción eterna. El tener es como un barril sin fondo. Cuanto más tienes, más deseas y cada vez es más difícil satisfacerte. Quien mucho anhela, mucho se frustra. El verdadero poder está en la capacidad de renunciar. El que necesita poco, con poco es feliz.
4. El arrepentimiento causa mucho sufrimiento. Lo peor es que se trata de un sentimiento inútil. No deberíamos ver al error como una condena, sino más bien como una característica asociada a nuestra naturaleza. Cada acción que realizamos nos enseña algo. También nos cambia de alguna manera. Si se actuó mal, nos deja una gran enseñanza. Por eso nada de lo vivido es despreciable.
5. La queja solo contribuyen situarnos en el inmovilismo. Nada se gana con esa mirada que se centra solo en lo que no le parece bien, en lo que obstaculiza o hace daño. También atormenta a quienes nos rodean. No tiene ningún sentido porque en lugar de mover hacia la acción, termina paralizando.
Las quejas y el resentimiento envenenan a quien las siente. No sirven para nada. Al contrario, comienzan a dañar como una plaga a otros sentimientos que sí son positivos.
6. Los objetos influyen sobre nuestras emociones y nuestra manera de ver la vida. Si nos apegamos demasiado a ellos, terminan por ejercer control sobre nosotros. Hacen que nuestra conciencia sea menos libre.
Esto aplica especialmente para las cosas que ya no necesitamos y que, pese a ello, conservamos. Finalmente nos vuelven personas más inseguras y rígidas. Por eso en las reglas de la vida se insiste en deshacerse de lo inútil.
7. Una de las reglas de la vida más relevantes es la de aprender a pensar por nosotros mismos, mantener la confianza en nuestro criterio. Confiar en el sentido común que uno posee. Respetar las propias convicciones y los propios valores. De lo contrario, una persona se vuelve muy manipulable.
Nadie necesita que le digan qué está bien o qué está mal. Todos tenemos la capacidad de decidir esto por nosotros mismos. Seguir ciegamente a otros solo conduce a traicionarnos a nosotros mismos en algún punto.
8. El honor es una palabra casi olvidada. Tiene que ver con el amor propio. Con no permitirnos caer en conductas que estén en disonancia con los valores que defendemos, en los que creemos. Constituirían una especie de brújula, dando lugar al orgullo cuando se respetan en contra de las tentaciones.
El honor es el bien más preciado de cualquier persona. Alguien honorable inspira respeto y consideración. Atrae la buena voluntad y la consideración de los demás, incluso de los enemigos. Así es como el honor le confiere valor a la vida; un valor que es muy íntimo y personal.
9. Las emociones, en general, son respuestas impulsivas. Si se razonan, se convierten en sentimientos. Estos son más profundos y más ponderados. Están asociados a los valores y no a las necesidades.
El amor es un sentimiento extraordinario. Sin embargo, a veces llamamos amor a una emoción ciega y pasajera. Esto ocurre cuando lo que inspira el amor es el apetito de algo o el apego. En esos casos daña, más que beneficiar.
10. No temas a la muerte. Es un hecho, somos mortales. La vida acaba y esto es una realidad natural. No debemos temer ni a la muerte propia ni a la de los seres que amamos. Así, vencemos el temor a la muerte viviendo intensamente la vida.