El gran secreto de la existencia es que no hay secreto
El gobernador de Lang, que tenía mucho miedo a la muerte, fue en busca del maestro Yao-Sham, que vivía como ermitaño en las montañas y del que se decía que había alcanzado la sabiduría y la inmortalidad. Tras un largo viaje, por fin llegó a su miserable cabaña y lo encontró sentado con gesto indiferente, frente a una mesa donde había una jarra de barro. Sin poder contenerse, el gobernador le preguntó cuál era el gran secreto de la existencia. El maestro apenas lo miró y en silencio señaló con el dedo hacia delante y hacia el cielo. El gobernador, exasperado, le pidió que le explicara tan misteriosos gestos. El maestro, con infinita pereza, como si estuviera delante de un tonto que no entiende lo más obvio, por fin dijo: “Una nube en el cielo y agua en la jarra”.